miércoles, 9 de marzo de 2011

JÓVENES SIN EMPLEO NI FORMACIÓN


Como hemos visto en el Plan de Acción para el Empleo del Reino de España de Octubre de 2004, existen 10 directrices europeas, que son las siguientes:

1. Medidas activas y preventias en favor de los desempleados y de las personas inactivas.
2. Creación de puestos de trabajo y espíritu de empresa.
3. Facilitar el cambio y promover la adaptabilidad y la movilidad en el mercado de trabajo.
4. Fomentar el desarrollo del capital humano y la educación permanente.
5. Aumentar la oferte de manos de obra y promover la prolongación de la vida activa.
6. Igualdad entre hombres y mujeres.
7. Promover la integración de las personas desfavorecidas en el mercado de trabajo y combatir la discriminación de que sean objeto.
8. Hacer que trabajar resulte rentable por medio de incentivos que hagan atractivo el empleo.
9. Regularizar el trabajo no declarado.
10. Hacer frente a las disparidades regionales en materia de empleo.

Son el punto de partida para la legislación española, que ya ha abarcado estas directrices entre otros en:
-Real Decreto-ley 1/2011, de 11 de febrero, de medidas urgentes para promover la transición al empleo estable y la recualificación profesional de las personas desempleadas.
-Real Decreto-ley 10/2010, de 16 de junio, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo.Leyendo hoy el periódico, hemos visto esta noticia que adjuntamos.

NOTICIA DE LA VOZ DE GALICIA

PARADOS SIN FORMACIÓN
Unos 33.600 jóvenes gallegos carecen de estudios y de empleo

Componen en la comunidad gallega lo que el FMI ha calificado como generación perdida
María Cedrón  | Localidad: redacción / la voz   | Fecha de publicación:  27/2/2011

Viernes por la tarde. Pilar Santos, una joven de la provincia de Ourense de 24 años, viene de casa de una amiga. Habían quedado para intercambiar fotos de cuando eran pequeñas. Porque Pilar hace ya varios años que dejó su pueblo natal para mudarse a Laracha, en la entrada de la Costa da Morte. Una de las fotos que mostró a su compañera es la que aparece en la cartilla escolar del colegio de monjas al que fue durante su infancia. Ahí, junto a la imagen, están sus notas. El «In» (insuficiente) aparece en la mayoría de los huecos en blanco que hay frente a materias como Matemáticas, Lengua o Ciencias Naturales. «Non era moi boa estudante, mira, mira. Mira ben, non minto», explica mientras abre la cartilla. Por eso, a los 16 años, dejó los estudios y empezó a trabajar. Todavía no había obtenido el graduado escolar. No le fue mal hasta que hace unos meses se quedó en el paro.

Ahora Pilar forma parte de esa cifra que dice que en Galicia hay 6.500 desempleados con edades comprendidas entre los 16 y los 29 años que no tienen graduado escolar, según los datos facilitados por el Instituto Galego de Estatística y según la encuesta de población activa. La cifra se dispara hasta los 33.600 parados al añadir a los que no han acabado el bachillerato.

Alemania exige preparación
Todos ellos forman parte de lo que el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) calificó hace unas semanas como la generación perdida. Un calificativo que, explicó, hace referencia a un amplio grupo de personas que «tienen como destino sufrir toda su vida lo peor del desempleo con las dificultades que eso conlleva», una generación marcada por una baja cualificación que tiene como origen el escaso nivel de estudios que tienen. Porque, por ejemplo, Alemania ha pedido trabajadores, pero cualificados. Y que sepan alemán.

Un ejemplo de esa generación puede ser pues el que representan los gallegos que, engañados quizá por la bonanza económica que vivía Galicia a finales de los noventa y a principios de los 2000 como consecuencia del efecto en cadena del bum constructivo sobre el resto de los sectores, abandonaron los estudios para empezar a trabajar. Los empleos a los que tendrían acceso, aunque no requerían cualificación, les aportaban sumas de dinero nada despreciables. El problema fue que, como Pilar, pensaron que la época de vacas gordas iba a durar.

Fue por eso por lo que empezó a trabajar. «Eramos tres irmáns e a miña nai deixoumo claro. Ou estudas, ou traballas», recuerda. Optó por lo segundo. Lo hizo en el sector de la hostelería. Entonces no resultaba complicado encontrar un empleo. «¿Para que ía estudar? Porque chollo atopaba igual. Botei cinco anos nun restaurante en Arteixo. Logo fun para o paro, estiven despois noutro posto e agora volvo ao paro», explica. Su marido también acaba de entrar en la lista de desempleados.

Sobreviven ahora con una ayuda de 265 euros. «A ver como facemos, teño unha reunión coa traballadora social porque xa de aluguer pagamos 350 euros e 402 do préstamo do coche», explica. Y reivindica mejores alternativas para los desempleados porque, dice, ya no es solo cuestión de falta de estudios, es algo que afecta a todos. «Teño un coñecido que traballa colocando ferro, pero estudou odontoloxía», comenta.

Alternativa
Y Felipe Mates López, un vecino de Laracha de 26 años, es otro de los que tampoco encuentran nada ahora. Nació en Suiza, pero hace diez años regresó a la tierra de sus padres para cursar estudios de formación profesional (FP). El problema con el que se topó fue que antes debía aprobar el graduado escolar español. «Primeiro estudei dous anos, pero aquí é moi diferente o método e acabei deixándoo para empezar a traballar», cuenta. Comenzó como aprendiz en el sector industrial antes de pasarse a la construcción. «Hai oito ou nove anos había traballo ata para os larcháns, agora nin para os que traballan arreo», explica.

El tiempo que trabajó en la construcción, colocando pladur, vivió como un rey. Ganaba para sus gastos y para no tener que pedir dinero a su familia, aunque vivía en casa de sus padres: «Quen non coñece a alguén que estivera no pladur. Gañaba uns 500 ou 600 euros ao mes e vivía cos meus pais. Teño automóbil pago. Ao traballar, aínda que esteas na casa, es independente. Todo isto hai que velo con ironía», comenta.

Aunque está en el paro desde octubre, mes en el que terminó el contrato que tenía en el Ayuntamiento, vive bien. No se queja. Pero tampoco va a esperar a que le llegue un trabajo caído del cielo. Ha decidido regresar a Suiza. «Irei nas próximas semanas. Aquilo é mellor que isto e o que buscas é ter unha vida estable antes de chegar aos trinta», explica.

Aunque tiene la misma edad, la vida de Sergio Collazo es diferente a la de Felipe. Este vecino de Vigo dejó de estudiar a los quince años y empezó a trabajar en la hostelería. Luego pasó por la construcción y por alguna industria. «Había trabajo, pero no abandoné los estudios por eso, no me apetecía continuar», dice. Ahora se arrepiente. «Es un error dejarlo», dice. Pero, pese a que le hubiera gustado reenganchar, ahora no le llega el tiempo. Porque tiene una familia. Dos hijos y un tercero en camino. La suerte que ha tenido es que después de haber agotado el paro y la prestación encontró un empleo «de milagro» en una empresa que hace fundas de coches. Aunque lo que gana ahora nada tiene que ver con lo que podía ingresar hace unos años. «Ahora gano 800 euros y pico, antes ganabas más, pero tampoco el doble. Los sueldos van a peor», apunta al tiempo que repite que ahora trabajaría en cualquier cosa relacionada con los sectores en los que ha estado.

Existe un elevado número de gallegos en la treintena y en paro que tienen un perfil parecido al de la generación perdida de la que habla el FMI. Si bien la amplia experiencia adquirida durante los años de bonanza y los cursos específicos que han realizado en sectores como el metal les avalan, no logran encontrar un trabajo. Ese es el caso de un vecino de Sanxenxo de 32 años que empezó a trabajar a los 17. «No me gustaba estudiar y por eso lo dejé», explica ahora Roberto González, que tiene el graduado escolar. Lo que hizo fue especializarse en el sector naval. Junto a la experiencia que fue forjando al trabajar en varias compañías, tiene un curso de mil horas de soldadura. «Había mucho trabajo. Ganaba un buen sueldo y la verdad es que no pensé que esto pudiese pasar. Incluso hace unos años había una gran movilidad laboral en el sector, encontrabas algo rápido», comenta. De repente hubo un frenazo en seco y las empresas comenzaron a despedir.

Ahora busca trabajo. «Como soldador, calderero, en cualquier cosa. Tengo el carné de camión para abrir otra opción. La mujer tiene un empleo estable y eso nos permite ir tirando», dice. Y es que, como reconoce, aunque ganó un buen dinero el tiempo que estuvo empleado, «la verdad es que mucho, mucho, mucho no ahorraba porque igual que entraba se iba». El que ha estado viviendo de los ahorros durante el último año es J. A., un vecino de Marín que prefiere dar únicamente las iniciales y que ahora lo único que busca es poder sacar adelante a su familia. A los dieciséis años ya estaba descargando pescado en el muelle, empezó un módulo de FP, pero lo dejó.

Cambio de 180 grados
Trabajó en la hostelería, en el mar, en la construcción y estuvo en las plataformas petrolíferas. «Hace dos años ganaba unos 4.000 euros al mes. Por suerte no tengo deudas, pero ahora estoy buscando trabajo», explica. Reconoce que precisa trabajar para «comer y vivir, no para ir de fiesta. Tuve una época a los dieciocho o veinte años que era algo cabeza loca, pero luego aprendí a ahorrar». La jornada que tiene ahora cada día empieza bien temprano y acaba al anochecer.
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Pensemos en ello:

¿Es la formación la solución a nuestro problema?

¿Cómo fomentar el desarrollo del capital humano con personas que han elegido "no estudiar" ?

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